En la ciudad de Montevideo se recolectan unas 2.000 toneladas de basura diariamente. Esos desperdicios provienen en su mayoría de los domicilios de sus habitantes y en menor medida de obras civiles.
El destino final de esa basura son depósitos a cielo abierto donde aparte de la contaminación que provocan al medioambiente, son criaderos de roedores e insectos que transmiten enfermedades.
El sistema de contenedores “implantado” en Montevideo hace ya algunos años demostró su ineficacia en condiciones normales de recolección; así sea por parte de trabajadores municipales como por parte de empresas privadas; ya que al lado de cada contenedor convive un pequeño basural obra del continúo reciclaje realizado por hurgadores en el propio lugar.
El problema se agrava cuando existen paros gremiales en el sector y como no es un servicio decretado “esencial” por parte de las autoridades, el problema se agudiza todavía más. Ya no se trata de que si la recolección de residuos es hecha por empresas privadas o trabajadores municipales, se trata de que el sistema en sí ha demostrado no ser compatible con la realidad montevideana.
Es un sistema pensado para ciudades europeas quizás, donde no existen hurgadores o recicladores que realizan la labor en la propia vía pública. Eso sucede cuando se pretenden “implantar” experiencias exitosas en otras latitudes, no teniendo en cuenta la realidad social de nuestro país.
Anteriores gobiernos neoliberales nos han dejado una herencia de 50 % de la población en el nivel de pobreza. Muchos de los habitantes que se encuentran en extrema pobreza, pese a los esfuerzos de la anterior administración para reducir la pobreza, continúan “viviendo”, por decirlo de alguna manera, de la clasificación de residuos. Según los últimos datos, miles de niños participan directa o indirectamente de esa tarea.
Los hurgadores más pobres, los llamados “bolseros”, realizan el trabajo de recolección y posterior clasificación de la basura en la propia vía pública donde se encuentra el contenedor. Los hurgadores de mejor posición, poseen un carro con un caballo, lo que les permite mayor acopio y posterior clasificación de la basura en campos cercanos a sus viviendas (asentamientos) o en el terreno lindero a su vivienda. En ambos casos la salud de esos trabajadores precarios, sus familias y la de los animales que se alimentan de la basura, están seriamente comprometidas. Así mismo, la degradación del medio ambiente donde viven o padecen la vida, es continúa. Las constantes quemadas de la basura sobrante de la clasificación contaminan el aire que respiramos con las sustancias químicas derivadas de las bolsas de nylon y material orgánico. El suelo y las cañadas de la periferia capitalina donde se realiza esta labor también están contaminadas. Es el perfecto caldo de cultivo para la aparición de todo tipo de insectos y roedores transmisibles de enfermedades, que van en busca de las sobras que “nuestra civilización” les deja.
De la misma manera que no se arregla el problema de la drogadicción haciendo más centros asistenciales, o el problema de la delincuencia haciendo más cárceles o bajando la edad de imputabilidad, tampoco se arregla el problema de la ciudad sucia poniendo más contenedores. Es simplemente una utopía.
ENTRE LA UTOPIA Y LO POSIBLE.
Por un lado Montevideo cuenta con el problema de un sistema de recolección del Primer Mundo que ya ha demostrado ser ineficaz, y por otro el problema de “la gestión”.
Se entiende por “gestión” a todo el esquema montado institucionalmente para llevar a cabo la tarea de recolección de basura y su destino final.
Una buena gestión debe contemplar el problema desde sus orígenes y en todas sus etapas, es decir, a partir del momento en que el ciudadano pone sus desperdicios en una bolsita, pasando por la esencialidad de los servicios ya que está en juego la salud de la población; y su destino final, que no debe ser a cielo abierto o incinerados, hecho que provoca la contaminación del aire que respiramos.
Gobiernos municipales anteriores han resuelto el problema del saneamiento básico haciendo un caño subacuático de varios quilómetros y tirando todos los excrementos al mar. El mismo mar nos devuelve “nuestro regalo” cuando cambian las corrientes marinas. No podemos y no debemos tener las mismas soluciones simplistas con el tema de la basura.
La demostrada incapacidad y la falta de compromiso medioambiental no debe ser moneda corriente entre nuestros gobernantes. Toda solución al tema implica recursos económicos que se ven comprometidos por actitudes gremiales corporativistas y también de soluciones tecnológicas. Estas soluciones tecnológicas ya existen en el mundo, no las tenemos que inventar nosotros.
Claudio Diz
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