Para que el trabajo académico de la Universidad y el trabajo de campo de las ONGs ambientalistas sea algo más que buenas intenciones, debe haber una participación ciudadana total en la toma de decisiones que afectan nuestra vida y el medioambiente, no solamente en lo local, sino en lo nacional.
La acción de las ONGs ambientalistas, dado el tamaño de su organización en nuestro país, se desarrollan enfocadas en determinados temas y en determinados lugares.
Es muy probable que una ONG se ocupe, por ejemplo, de la contaminación provocada en el arroyo Carrasco; pero el mismo problema puede estar ocurriendo en otro Departamento y en otro arroyo al mismo tiempo. Por lo tanto, si tomamos este ejemplo veremos que mientras se intenta mitigar el impacto ambiental en determinado lugar, el problema de fondo permanece sin ser resuelto.
La creación y puesta en marcha de emprendimientos que ponen en jaque los ecosistemas de nuestro país viajan a la velocidad de la luz, en comparación con la creación y organización de grupos locales de protección medioambiental y su posterior incidencia sobre los posibles “favores ambientales” que puedan darnos los gobiernos de turno.
En la mayoría de las veces, cuando aparece la ONG, es porque el problema ya existe y es grave.
Como vivimos en una sociedad regida por determinadas leyes, toda acción humana y los emprendimientos que afectan la salud de la gente y el medioambiente pasan por decisiones políticas.
Estas decisiones políticas son orientadas teniendo en cuenta factores económicos. Si bien es cierto que el Gobierno elabora un Estudio de Impacto Ambiental antes de dar los permisos de explotación de los recursos naturales, siempre termina cediendo a las presiones de grupos con extraordinario poder económico y político. Por ejemplo: cuando el Gobierno toma la decisión de aprobar la instalación de otra pastera se piensa en términos económicos; de su incidencia en el desempleo y en el PBI. Esto también implica la decisión política de destinar miles de hectáreas al monocultivo de eucaliptus.
Es necesario involucrar a toda la población en un Proyecto de País y no sólo informarla sobre decisiones ya tomadas en las altas esferas de gobierno.
Hay que adelantarse a los hechos y a las decisiones políticas impuestas antes que sea tarde y eso sólo se consigue con la acción política de un Partido Verde.
No hay que esperar que venga una multinacional minera y haga un gran agujero en nuestro territorio; contamine el aire, el suelo y el agua, para que después aparezca una asociación local de vecinos que salga a reclamar y consiga 5 minutos de prensa. Hasta allá, el daño ya estará hecho y será irreversible e irreparable.
Cuando se aprueban proyectos de explotación minera a cielo abierto, se están tomando decisiones políticas.
Cuando se aprueban proyectos de instalación de fábricas de celulosa y se destinan miles de hectáreas productivas al monocultivo de eucaliptus, se está tomando decisiones políticas.
Cuando se aprueba un complejo turístico en una isla frente a Punta del Este o en en otro lugar que afecta un hábitat natural, se están tomando decisiones políticas.
Los actuales partidos políticos claudican frente a las presiones económicas y no tienen en cuenta que lo que es pan para hoy, es hambre para mañana.
Los daños medioambientales que ya se han provocado en nuestro país y los futuros megaproyectos a instarse requieren de una respuesta firme y organizada, y eso sólo se consigue con un Partido que defienda otro tipo de intereses.
Un Partido Verde del Uruguay que defienda el desarrollo sustentable sin agredir el medioambiente.
Un partido que ponga en primer lugar la defensa de la vida en todas sus formas biológicas.
La creación de una nueva sociedad donde el bien común se anteponga al lucro y la depredación de nuestros recursos naturales.
El hombre en armonía con la naturaleza y no como su verdugo.
Compatriotas:
El capital foráneo y su afán de lucro no descansan. Los proyectos productivos que están a estudio del Gobierno pueden sumergir a las próximas generaciones en lo peor de los desastres medioambientales que jamás haya conocido el Uruguay.
Debemos hacer algo antes que sea tarde.
La acción de las ONGs ambientalistas, dado el tamaño de su organización en nuestro país, se desarrollan enfocadas en determinados temas y en determinados lugares.
Es muy probable que una ONG se ocupe, por ejemplo, de la contaminación provocada en el arroyo Carrasco; pero el mismo problema puede estar ocurriendo en otro Departamento y en otro arroyo al mismo tiempo. Por lo tanto, si tomamos este ejemplo veremos que mientras se intenta mitigar el impacto ambiental en determinado lugar, el problema de fondo permanece sin ser resuelto.
La creación y puesta en marcha de emprendimientos que ponen en jaque los ecosistemas de nuestro país viajan a la velocidad de la luz, en comparación con la creación y organización de grupos locales de protección medioambiental y su posterior incidencia sobre los posibles “favores ambientales” que puedan darnos los gobiernos de turno.
En la mayoría de las veces, cuando aparece la ONG, es porque el problema ya existe y es grave.
Como vivimos en una sociedad regida por determinadas leyes, toda acción humana y los emprendimientos que afectan la salud de la gente y el medioambiente pasan por decisiones políticas.
Estas decisiones políticas son orientadas teniendo en cuenta factores económicos. Si bien es cierto que el Gobierno elabora un Estudio de Impacto Ambiental antes de dar los permisos de explotación de los recursos naturales, siempre termina cediendo a las presiones de grupos con extraordinario poder económico y político. Por ejemplo: cuando el Gobierno toma la decisión de aprobar la instalación de otra pastera se piensa en términos económicos; de su incidencia en el desempleo y en el PBI. Esto también implica la decisión política de destinar miles de hectáreas al monocultivo de eucaliptus.
Es necesario involucrar a toda la población en un Proyecto de País y no sólo informarla sobre decisiones ya tomadas en las altas esferas de gobierno.
Hay que adelantarse a los hechos y a las decisiones políticas impuestas antes que sea tarde y eso sólo se consigue con la acción política de un Partido Verde.
No hay que esperar que venga una multinacional minera y haga un gran agujero en nuestro territorio; contamine el aire, el suelo y el agua, para que después aparezca una asociación local de vecinos que salga a reclamar y consiga 5 minutos de prensa. Hasta allá, el daño ya estará hecho y será irreversible e irreparable.
Cuando se aprueban proyectos de explotación minera a cielo abierto, se están tomando decisiones políticas.
Cuando se aprueban proyectos de instalación de fábricas de celulosa y se destinan miles de hectáreas productivas al monocultivo de eucaliptus, se está tomando decisiones políticas.
Cuando se aprueba un complejo turístico en una isla frente a Punta del Este o en en otro lugar que afecta un hábitat natural, se están tomando decisiones políticas.
Los actuales partidos políticos claudican frente a las presiones económicas y no tienen en cuenta que lo que es pan para hoy, es hambre para mañana.
Los daños medioambientales que ya se han provocado en nuestro país y los futuros megaproyectos a instarse requieren de una respuesta firme y organizada, y eso sólo se consigue con un Partido que defienda otro tipo de intereses.
Un Partido Verde del Uruguay que defienda el desarrollo sustentable sin agredir el medioambiente.
Un partido que ponga en primer lugar la defensa de la vida en todas sus formas biológicas.
La creación de una nueva sociedad donde el bien común se anteponga al lucro y la depredación de nuestros recursos naturales.
El hombre en armonía con la naturaleza y no como su verdugo.
Compatriotas:
El capital foráneo y su afán de lucro no descansan. Los proyectos productivos que están a estudio del Gobierno pueden sumergir a las próximas generaciones en lo peor de los desastres medioambientales que jamás haya conocido el Uruguay.
Debemos hacer algo antes que sea tarde.
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